jueves, 15 de noviembre de 2018

Pastas Gallo

La poesía social española contemporánea tiene demasiado adjetivos. (social, española, contemporánea). Debe ser por eso que no interesa a nadie, o porque la poesía (como la filosofía) es para cuando no hay hambre, y más de uno pasa hambre, aunque no le falte en su cazuela los macarrones donados por Pastas Gallo.


La poesía española debería asomarse más a las bolsas caducadas de Pastas Gallo y menos a las ruinas de Itálica, más a los portales con aroma a coliflor y menos a los perfumes eternos de las derrotas históricas.


A veces basta con un verso como el de la fotografía y toda la poesía se viene abajo. 


Y los poetas, los que saben rimar y aparecen en la revistas literarias y los que no tenemos ni puta idea de lo que es una revista literaria, nos vemos como unos peleles, como unos mediahostia que no mueven un dedo ni aunque vean que esa mujer de la foto se cae con todo su pasado, presente y futuro en el cubo de la basura.


A la poesía le gusta hablar de futuro.


A los poetas les gusta hablar de pasado.


A mí me gusta hablar de los cubos de la basura.


A menudo no coinciden (no coincidimos) porque en el presente están otros poetas, los de la calle, y en la calle solo hay contenedores y huelen como huelen los contenedores que, creo, es el verdadero olor de la poesía.


Viva la basura. (Que rima con locura, con cura y con usura).


sábado, 3 de noviembre de 2018

El último tren


Acompañada de Isabel de Velasco, recogiendo el guardainfante y remangándose la basquiña, Margarita de Austria huye del instante donde estaba recluida. Nadie repara en la infanta que, junto a su dama de honor, sale del museo y toma el Paseo del Prado en dirección sur. 


Nada recuerda ese paseo al Prado de los Jerónimos donde, en primavera, la infanta acompañaba a los reyes al Palacio del Buen Retiro o a visitar los monasterios que cercaban Madrid en 1656, año en el que Diego Velázquez las dejó atrapadas en un escenario eterno. Las dos chiquillas corren entre las miradas de esas gentes que, durante siglos, las han admirado desde el otro lado del lienzo y que, ahora, las ven correr en dirección a la vida. Cuando los responsables del museo se dan cuenta de que en Las Meninas faltan dos personajes, Margarita e Isabel ya han cogido un tren en Atocha. 


X concurso de microrrelatos con el título De paseo por El Prado y El Buen Retiro

Red de Bibliotecas Públicas del Ayuntamiento de Madrid



lunes, 23 de julio de 2018

Doncellas

   

Hace unos años viví en una ciudad en la que, sin causa aparente, las adolescentes caían fulminadas en los pasos de peatones. En una ocasión yo mismo pude ver a un grupo de colegialas uniformadas cuando cruzaban a toda prisa una avenida demasiado ancha. 

Algunas reían, otras gritaban, otras solo apretaban los dientes y corrían. Solo una simulaba verdadero terror. Cayeron dos. Fue algo bello, como una ópera italiana o una tragedia griega, sus mochilas volaron y aterrizaron junto a las ruedas de un coche negro, sus cabellos revolvieron el aire de forma salvaje, sus cuerpos parecieron posarse lentamente sobre el asfalto, sus compañeras gritaron eufóricas o aterrorizadas. 

Las autoridades locales trataron de solucionar el caso. Pero los médicos forenses no encontraban en aquellos cuerpos signos de muerte violenta y los inspectores de policía no sabían por donde empezar.  

Se registraron sus casas, sus móviles y sus ordenadores. Se interrogó a familiares y a amigos. Llegaron especialistas en psicología, en medicina interna, en criminología, pero ninguno averiguó nada. Solo había un dato claro, todas las víctimas eran vírgenes.    

Y todo tomó su curso, el curso natural de las cosas. Ignorando voces reaccionarias las jovencitas de aquella ciudad optaron por la supervivencia y dejaron su virginidad en la primera cama que encontraron.   

Ahora, cuando voy por allí y tengo que cruzar un paso de peatones, miro siempre para ver si hay chicas esperando y, cuando encuentro a alguna y la miro a los ojos, siempre me sonríe ruborizada.


Finalista en el IV Certamen de Relatos Villa Baños de La Encina (Jaén).

sábado, 30 de junio de 2018

Los vecinos


El jueves 21 de junio la Asociación Primaduroverales de Madrid celebró la entrega de premios del V Certamen de Relato Madrid Sky.
Enhorabuena a todos los finalistas.
Siempre son especiales las ceremonias de los amigos de Primaduroverales, hacen sentir único a cada autor y su hospitalidad es inmejorable.
Ha sido un placer estar con vosotros y ganar el tercer premio del certamen con Los vecinos.
Gracias.




 LOS VECINOS


 Tuve que irme a la cama para no flaquear. Después de dar vueltas por toda la casa, como una leona enjaulada, volví a acostarme sabiendo que ya no iba a poder dormir. Ojalá no me hubiera levantado.
 Todas las noches, a las cuatro, los vecinos del piso de arriba se duchan, es una ducha larga y ruidosa en la que el agua choca contra la grifería en un estrépito de gotas que repiquetean sobre el suelo de la bañera.
 Los odio.
 Apenas me he cruzado con ellos por las escaleras un par de veces desde que vinieron a vivir aquí.        
 Son mayores, supongo que deben tener entre sesenta y setenta años. Él tiene la cara cuarteada y el pelo encrespado como un niño avejentado. Ella es oronda, de rostro magro y labios finos, lleva el pelo acaracolado y viste con pésimo gusto.
 Saludan como si te debieran algo, de forma escurridiza, entre dientes y con la mirada en el suelo.  Podía ser una de esas parejas que guardan cadáveres en el armario, pero esta, además, los saca de madrugada para bailar con ellos.
 No hacen nada, se levantan tarde, ven la tele hasta las tantas, su única actividad es freír pescado y dejar caer fardos contra el suelo de vez en cuando.
 Yo los llamo así, fardos, porque imagino un gran paquete del tamaño de una persona adulta, con un envoltorio de saco o tela rugosa, que tiran al suelo como otros riegan las plantas o leen el periódico.
 Al principio me sobresaltaban, me hacían estar tensa, esperando el siguiente golpe, sordo y voluminoso, mientras se me encogía el estómago.
 Después empecé a tomármelo como parte de mi vida.
 Lo que no puedo soportar son las duchas a las cuatro de la mañana, primero la de él, sorda, brusca, violenta. Después ella, extrovertida, abundante, casi festiva. ¿Por qué lo harán?
 Después de la hora larga de baño no se les vuelve a oír hasta media mañana. Así día tras día tras día, noche tras noche, ducha tras ducha.
 Hasta ayer mismo, hasta que a las cinco de la madrugada la última gota de su baño hizo que rebosara mi paciencia y salté de la cama, y me vestí furiosa, y sin calzarme, subí hasta su rellano y llamé a su timbre.
 El timbrazo sonó metálico y arrastrado en medio de la noche.
 Tardaron en abrir mientras yo esperaba, con los pies helados, quieta frente a una puerta y un piso que eran idénticos a mi puerta y a mi piso, apenas una marca distinta, un desconchón en la pintura de la pared representando el mapa de un país distinto al desconchón de mi pared.
 Entonces empezó a invadirme una sensación de irrealidad, comencé a pensar que yo no era yo, que aquella pareja de viejos éramos mi pareja y yo, el marido que un día no tuve, con el que tenía que haber compartido ese piso durante todos estos años y con el que había envejecido, y ahora nos duchábamos para soportar nuestra podredumbre y movíamos nuestros recuerdos por la casa dejándolos caer como fardos sin vida cuando no podíamos más.
 Deseé salir de allí corriendo, bajar los escalones de dos en dos y volver a mi casa y a mi cama. Pero no podía moverme, mis pies helados seguían pegados a las baldosas, y al otro lado de la puerta ya se oían avanzar esos dos cuerpos que, viejos y pesados, se acercan, y ella que, con voz temblorosa, ya está preguntando “¿Quién es?, ¿quién es?”

Más información en la página de Primaduroverales

Y aquí el artículo sobre Los vecinos

viernes, 29 de junio de 2018

Dulces juegos de identidad

Talleres del Metro de Málaga

Cuando empezaron a confundirme con Carlos mi vida cambió. 

En el metro, una exnovia de Carlos empezó a gritarme que volviera con ella, un matón me dio una semana para pagar mis deudas y una anciana sacó un revólver mientras decía “Lo pagarás caro, Carlos”.

Llegué a casa desesperado, llamé y abrió una mujer que debía ser mi esposa.         

̶ Usted no vive aquí, si sigue molestando llamaré a la policía.

Ahora duermo en la calle, todavía oigo que murmuran “Pobre Carlos”. No sé cómo decirles que soy otro, alguien que perdió un metro que no ha vuelto a pasar.

sábado, 17 de marzo de 2018

Lunas y leones (Fragmento)

A veces, muchas veces, nos ayudaban mis abuelos, el pobre abuelo Francisco que había sido guardagujas en la capital antes de la guerra y la abuela Carmen, con seis hijos, con dos de ellos perdidos en el Alto de los Leones. Siempre me quedó ese nombre dentro, como un espacio irreal, un paisaje de pesadilla con fieras persiguiendo soldados con los uniformes rotos.


Primer premio en el XVI Certamen de Narrativa Corta Palabras de Mujer de Mora (Toledo)
La noticia en El digital Castilla La Mancha
La noticia en Quijotedigital.es 
Ayuntamiento de Mora


domingo, 28 de enero de 2018

Microteatro desde el más acá

La niña de la curva se despide (por ahora)

Aquí tenemos dos momentos de la actuación de Maite Iglesias durante el mes de enero en La Malhablada.


Las fotos son de Raquel Barbero.




viernes, 12 de enero de 2018

La niña de la curva RETURNS


Pero bueno, que si no es ningún descerebrado, o ningún tío con el día tonto… o sea, que si no es ningún tío, yo empiezo a hacerme así, como la misteriosa, usando palabras ambiguas, cortas, raras, vamos incongruentes, porque entre el frío que paso y el dolor de pies que llevo, muchas veces ni sé lo que me digo.… Pero siempre paro el rollo cuando veo que aparece la primera curva y entonces sí, entonces es mi momento cumbre, cuando me luzco soltando mi frase demoledora:  “Ten cuidado con la próxima curva, porque en esa curva me maté… yo” Yo, ¿entienden? Bueno, ustedes no sé porque les veo un poco lentos, pero ellos vaya que si entienden…
(Fragmento)

Viernes y sábados en La Malhablada 
La niña en plena faena en el Facebook de La Malhablada