Quisimos tanto a Yolanda ha quedado finalista en el XVII Concurso Cuentos sobre ruedas de Alsa
El profesor Sanz, que nos daba
matemáticas y tenía voz de ogro, me dijo que hablara más alto, que me
levantara, que fuera un hombre. Yo me levanté, el silencio dentro del autocar
era tan grande que podía escucharse mi respiración. Todos me observaban. Yo vi
a uno de aquellos indeseables, a uno de los amigos de Yolanda, mirarme como se
mira a un perro de la calle.
― Digo que yo dejé de ver a
Yolanda cuando pasamos el túnel.
Sanz volvió a rugir.
― ¿Túnel? ¿Qué túnel?
¿El túnel de Guadarrama? ¿Pero tú eres idiota o qué?
Las risas estallaron, el amigo
de Yolanda cambió la ira por la chanza, me llovieron insultos, comentarios
sobre el tamaño de mi cabeza y el de mis gafas, alguien me dio un puñetazo en
el brazo y alguno me abrazó como el que abraza a un borracho.
Los profesores bajaron del
autobús, ninguno estaba seguro de que Yolanda hubiera entrado en el vehículo,
nadie había pasado lista cuando llegamos y ella fue la primera en subir, pero
solo yo la había visto, yo y aquella panda de golfos.