domingo, 25 de septiembre de 2016

Carta encontrada de Pedro del Rincón (Fragmento)



Si hubieran visto a pobres gañanes sacar unas monedas de debajo del jergón, a mujerucas con la piel quemada por el sol darnos los maravedís que habían guardado celosamente para pasar el invierno, a pobres de solemnidad comprando papeles inútiles con el sello del obispo para evitar el fuego eterno al que se creían condenados por haber blasfemado, por haber distraído unas frutas del huerto de su señor o por haber deseado a la mujer de su vecino.
¡Indulgencias, indulgencias para salvar el alma! –Gritaba mi padre– porque, ante los graves pecados que afligen a nuestro pueblo, el Papa de Roma y nuestro amado obispo han tenido a bien salvar nuestra vida eterna vendiéndonos la gloria en un pedazo de papel apergaminado.
Cuando comencé a acompañar a mi padre, yo aprovechaba los viajes por las tierras de la región para tratar con arrieros, mozas de mesón, gañanes, curanderas, destripaterrones, lavanderas, cabreros, campesinas y peones. Mi corta edad les hacía gracia y siempre tenían algún mendrugo, alguna pera dulce o algún membrillo amargo que darme. 
Mientras mi padre hacía negocio con sus pergaminos yo aprendía todo lo que me querían enseñar los supervivientes de la gloria de la monarquía católica, los despreciados sostenedores del Imperio eterno e inabarcable. Con ellos me ilustré más que en la escuela, aprendí a no hablar más de la cuenta, a leer en los labios y en las arrugas de la cara, a diferenciar al que llega hasta ti por interés o por amistad, a descubrir a los hombres que ocultan navajas en la faltriquera y a los que te dan todo a cambio de nada, también me enseñaron a temer a Dios y a despreciar a sus ministros, a llevarme bien con el vino  para no ser su esclavo, a desconfiar de las mujeres que no desconfían de los hombres, a descubrir que detrás de los naipes puede haber copas y oros pero, si te dejas arrastrar, también te darás de bruces con espadas y bastos.

Primer premio en el I Concurso Anual de Narrativa Premio Ilustres Pasajeros (Ayuntamiento de Cerecedilla, Madrid).


jueves, 15 de septiembre de 2016

‘Imitando a Chejov’ gana el certamen sobre vida universitaria de la UCO

El salmantino Alberto Palacios Santos articula su relato mediante los elementos de la novela negra para investigar la desaparición de una estudiante desaparecida

Crónica de Alejandra Luque en Cordópolis.es


El autor salmantino Alberto Palacios Santos y su escrito Imitando a Chejov se ha alzado como ganador en la modalidad de senior en el IX certamen internacional de relato breve sobre vida universitaria, un concurso promovido por la Universidad de Córdoba (UCO)



Imitando a Bogart (A.Palacios)


El jurado del certamen ha destacado como rasgo fundamental la solidez de la construcción narrativa, basada en una inteligente combinación de los rasgos de género y dimensión metaliteraria. En el primer caso, la estructura y los elementos de la novela negra administran los componentes del misterio y la investigación, con una estudiante desaparecida como motor de la acción. Un nota manuscrita en un ensayo sobre Chejov pasa a tener relevancia estructural a partir de uno de los más conocidos consejos del novelista ruso sobre la composición narrativa.


Catálogo de la Editorial Universidad de Córdoba

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Elías Álvarez imita a Chéjov

Imitando a Chéjov (Fragmento)


Entonces decide buscar un lugar en aquella ciudad del sur, un sitio cálido y familiar donde poder agarrarse al mundo. Pronto encuentra una solución fácil, una timba en una calle del centro en la que poder jugarse al póker el dinero que, todas las quincenas, el viejo le envía como si fuera un hijo malcriado.


Elías acude cada jueves a las once de la noche a jugarse el sueldo y las dietas. En cada partida piensa en los naipes con la intensidad enfermiza del escritor que se concentra en un personaje de su novela. Se concentra tanto en el juego que, en ocasiones, le surgen del fondo de su cabeza dudas sin solución y soluciones llenas de dudas sobre el caso de la estudiante desaparecida. Parece o tiene la sensación de que alguien se las dicta. 


Podéis leer el relato entero aquí



jueves, 8 de septiembre de 2016

Donde todo es posible

N
unca me gustaron las ciudades fáciles o aburridas, nunca entendí qué tenían de malo las palabras alboroto, bullicio o barullo.
Conocí a esta ciudad como se conocen a las mujeres que no nos convienen, con las que sueñas a escondidas, a las que no sabes cómo presentar a tus padres. Llegué a ella un poco por deseo y un poco por casualidad. La conocí en sus mejores días, los días de Feria, cuando está más guapa, cuando la alegría sale por cada costado, cuando es más libre y más canalla.

−¿Estás sola?
−¿Tú crees que yo puedo estar sola?
Tenía razón, nunca estaba sola, la gente se juntaba en sus plazas, bullía en sus calles, se retorcía como un dragón de papel de seda. A nuestro alrededor la música atronaba en mil colores y el olor de la Feria (inefable e inconfundible) lo inundaba todo.
La quise invitar a unos vinos, pero no me dejó pagar. La quise sacar a bailar, pero no había manera de que se quedara sola. Al final de la noche, aproveché el fresquito de septiembre para arrimarme, y la quise besar en cada esquina, en cada parque, en cada portal.

Siempre me gustaron las ciudades donde todo es posible, pasear por calles repletas de azares, por días forjados de ilusiones y noches desordenadas, avanzar palmo a palmo por su plano irregular, por ese lugar donde todo es posible.