domingo, 10 de diciembre de 2017

Microdistopía

Un mar de tranquilidad 

Cuando he llegado a casa, mi madre me ha dicho que una chica me ha llamado por teléfono, pero que no sabe si ha sido Sonsoles o Teresa… ¡como si en Ávila eso fuera una buena pista! 

He tratado de no enfadarme, pero he pensado en lo fácil que hubiera sido todo con unos de esos teléfonos portátiles que usaban los abuelos hasta que llegó la crisis de las materias primas, y en África estalló aquella guerra, y ya no se fabricaron más aparatos electrónicos, y se volvieron a usar los viejos teléfonos de baquelita. 

Cuando era pequeño siempre subía al desván y jugaba con alguno de aquellos aparatos inservibles con los que los abuelos hablaban sin necesidad de cables, veían películas sin tener que ir al cine o ligaban sin salir de casa. Seguro que eso facilitaba las cosas porque, lo que es ahora, se liga poco, y si además te cogen mal los recados y no sabes si la que te ha llamado es Teresa o Sonsoles… 

Creo que llamaré a las dos haciéndome el despistado, aunque no sé a quién llamar antes, las llamadas telefónicas son muy caras y mi madre no me deja hacer más de una al día. Por lo visto, antiguamente llevaban el teléfono en el bolsillo, aunque no sé si yo me acostumbraría a llevar la vida de los abuelos, siempre pendientes de sus aparatitos portátiles, diciéndole a todo el mundo dónde estaban, fotografiándolo todo, contándolo todo, sin anonimato, sin libertad. Ahora, por ejemplo, tendría que llevarme uno de esos aparatos conmigo y mi madre sabría exactamente dónde voy, y Teresa o Sonsoles ya estarían mosqueadas esperando que les mandara una foto. ¡Con lo que a mí me gusta desaparecer! coger mi bici y mi toalla, salir de Ávila y en diez minutos estar tumbado en la playa, dejando que el agua de este mar cálido salpique mis pies mientras pienso si debo llamar primero a Sonsoles o a Teresa.

La noticia en diariodeavila.es