viernes, 24 de noviembre de 2017

Golpes de suerte

Las siete y media

Cuando embarqué solo llevaba un par de billetes escondidos en los calcetines y una maleta con ropa amarillenta y, muy al fondo, una navaja de afeitar.
Pasé los tres primeros días mareado, vomitándole al Atlántico desde cubierta, al cuarto descubrí una timba en uno de los camarotes de primera en la que te podías jugar el futuro.
Y me lo jugué.
La noche que aposté mis ahorros a las siete y media, el pobre diablo al que desplumé me tuvo que dar lo que llevaba en su maleta.
En aquellos tiempos no teníamos piedad, se lo quité todo y fui a hacer el recuento de aquel tesoro sobre mi litera. Dentro de la maleta solo había unas mudas limpias, un cuchillo de monte, dos guantes de boxeo y tres libros de Galdós. Hice con todo aquello un rebujo y lo tiré con rabia a una esquina del camarote.
Por aquella época solo podías entrar en los Estados Unidos si demostrabas que sabías un oficio, a mis diecinueve años yo no había tenido tiempo más que para perseguir chicas y beber vino, así que cuando en la aduana me preguntaron qué sabía hacer, abrí la maleta de las siete y media y saque los guantes de boxeo.
Al funcionario casi se le salen los ojos de las órbitas, me preguntó quién era, cuál era mi categoría, qué combates había ganado, en qué ciudades había competido.
A penas entendía lo que me decía y solo asentía con cara de bobalicón. Cuando acabé de sonreír el guardia me dio la dirección de alguien que podría ayudarme. Tardé mucho tiempo en desplegar ese papelito, en leerlo y decidirme a ir a ese gimnasio.
La noche que gané el título de los ligeros en Las Vegas, ese hombre estaba allí, se me acercó al final de la velada, trató de que lo reconociera, pero yo hice como si no lo hubiera visto en mi vida.
Por aquella época no teníamos piedad, ni gratitud, ni valorábamos la buena fortuna, en aquellos días previos al crack del año 29 yo me creía invencible, indomable e inmortal.
Pero todo acabó de la misma manera que empezó, una apuesta, todo mi dinero colocado en unas acciones que una mañana de octubre solo eran papel mojado.

El día que salí del país, el funcionario de la aduana hizo como que no me conocía.


domingo, 5 de noviembre de 2017

La nueva vida (Fragmento)


Obertura en llamas (A. Palacios)
Me quedé en la cama retorciéndome sobre la almohada, llamé al despacho con la voz áspera, busqué hielo por casa, salí a la terraza a que me diera el aire. Aquello no se pasaba. Al tercer día acudí a mi médico, me vio, preguntó, sonrió como solo sonríe la gente a la que no le duele la cabeza y me recetó más medicinas, no me curó, fui a otro médico, este no se rio, pero tampoco me curó. El tercero me dio la baja y ordenó que me hicieran un escáner. En el escáner no vieron nada anormal, pero por entonces yo ya había empezado a no dormir y a sufrir alucinaciones. 
Mención especial en el VII Concurso de Relatos Breves Doctor Zarco (Madrid) 

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Un café con la niña

La niña de la curva (y otras historias) en Manolita Café




Son la parte Iglesias de las Divinas Conmedias y son un elemento clave dentro del teatro salmantino. Presentan este sábado, a las 22.30 horas, en el Café Manolita – y, como es habitual en este espacio, con entrada libre –, una selección de algunos de sus mejores montajes de los últimos tiempos. Un espectáculo que han dado en llamar ‘La Niña de la Curva y Otras Historias’. 



Y es que uno de los platos fuertes y principales lo constituye precisamente la historia de “La Niña de la Curva”, con textos de Alberto Palacios, cuenta con ironía y en primera persona los malos tiempos que le toca vivir a esta figura icónica del terror y del imaginario de las leyendas urbanas, en una sociedad deshumanizada, descreída y entregada a las nuevas tecnologías y a valores superficiales y evanescentes. 

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El sábado 3 de febrero en Manolita Café 

El último combate de Santiago Sánchez (Fragmento)

La última vez que estuvo en Toledo, Santiago Sánchez tuvo que buscar un dentista, lo recuerda como si fuera ayer, y sonríe. Santiago sabe que cuando le vienen a la cabeza combates de hace más de cuatro o cinco años es que el whisky está haciendo efecto, si además los perdió y los recuerda con nostalgia es que ya está en ese punto óptimo de la bebida en el que la vida comienza a ser amable.
Aquel de Toledo fue su último combate en el peso ligero, poco después subió dos categorías y empezó a combatir en el Wélter. Fue su mejor época, unos años en los que ganó mucho dinero y su vida parecía que iba hacia adelante.
Luego todo se fue torciendo.




Primer puesto en el II Premio Pérez-Taybilí (Medina Cultura de Toledo)

Noticia en El Día. Periódico de Castilla-La Mancha

Noticia en AhoraCLM.com

Noticia en lacerca.com