miércoles, 3 de enero de 2024

Rocío

El relato "Rocío" ha conseguido el accésit en el VII Concurso de Microrrelatos Carmen Alborch de la Fundación Montemadrid.


El jurado ha estado compuesto por los escritores y periodistas Ángeles Caso, Antonio Lucas, Mara Torres, Carlos del Amor e Ignacio Elguero.


¡Gracias!


jueves, 28 de diciembre de 2023

La pistola de Chéjov

La pistola de Chéjov
, ha obtenido el tercer premio en el VI Certamen de Microteatro Fernando Luciáñez de la Asociación Cultural Trotea.

En 2024 Trotea la llevará a los escenarios y podremos ver qué consigue cambiar ese arma en la vida de sus dos protagonistas.


jueves, 23 de noviembre de 2023

Limonada o salmorejo (Fragmento)

Adela: También tenemos salmorejo.
Andrés: (Muy interesado) ¿Hecho por ustedes?
Adela: ¡Caballero! Eso ni se pregunta.
Andrés: ¡Ah pues en ese caso sí que me tomaba ahora mismo un buen tazón!
Adela: Agustina, ¿le sacas al señor un tazón de salmorejo con un poco de “lo que tú ya sabes” que está en el aparador?
(Agustina entra en la casa, mientras tanto Andrés sigue mirando el patio y apuntando todo con mucho detalle).
Andrés: No puedo negarme a un buen salmorejo, llevo todo el año fuera de Córdoba y ya se sabe que por ahí fuera…
Adela: No saben hacerlo… Pero verá cómo este le parece sublime.
(Agustina sale con un tazón en la mano).
Agustina: Aquí tiene vuecencia un salmorejo bien cargado.
Andrés: ¿Bien cargado?
Adela: Bien cargado de los mejores productos cordobeses.
(Andrés le da un sorbo y pone una cara rara).
Andrés: Nunca había probado un salmorejo así… con este sabor.
Adela: Eso es que ha perdido la costumbre… ¿No le gusta?
(Andrés vuelve a dar otro sorbo).
Andrés: Sabe… sabe distinto, pero la verdad es que cuanto más lo pruebo, más me gusta.

Interpretado por Belén Márquez, Ana Caturla y Juan Ramón Asenjo (Teatro de Cámara Góngora)


jueves, 16 de noviembre de 2023

Excusas

Al parecer no todo funciona bien en el maravilloso entramado de la red de tuberías de nuestro edificio y el vecino del segundo tiene humedades desde hace una semana en el techo de su cuarto de baño. 

Dice que sus humedades vienen de mi baño y, aunque no lo entiendo, asiento, digo que sí a todo, muevo la cabeza de arriba abajo mientras miro los ojos grandes del fontanero y el rostro afilado del vecino del segundo que mira detrás de mi espalda, esperando con inquietud a que yo les ceda el paso a mi piso. 



Excusas (Fragmento)

Primer Premio en el IX Certamen de Relatos Cortos “Cursos de Verano UNED” 
UNED JAÉN 



sábado, 30 de septiembre de 2023

Cecilia

Sin mascarilla apareció su sonrisa. Era una sonrisa limpia, fresca, con un tono entre rojo teja y azul cielo. 

En la calle acabaron las restricciones y la gente celebraba los nuevos tiempos, las terrazas rebosaban y todos se besaban y abrazaban sin temor. Nosotros decidimos no salir de casa, pasábamos el día viendo series, pedíamos comida, nos abrazábamos con ternura y nos besábamos con pasión.

Cuando llamó la policía a la puerta me asusté, llevé a Cecilia al congelador y volví a colocarle una mascarilla en su carita. No entendieron nada, no había manera de explicarles que no estaba muerta, que detrás de la mascarilla seguía teniendo una sonrisa maravillosa, aunque cada día era menos roja y más azul. 

Primer premio en IX Certamen de relatos Farmacia de toda la vida

sábado, 10 de junio de 2023

Una historia barroca

Hugo, un estudiante español de Filología, comienza a escribirse por e-mail con Iveta, una estudiante checa que también estudia Filología Hispánica y que ha empezado a escribir una novela de suspense en castellano.

Iveta le pide ayuda a Hugo para escribir su novela y el chico se obsesiona cada vez más con ella y su historia en la que ella escribe sobre un estudiante español que conoce a una muchacha checa obsesionada con la novela española...

Hugo deberá encontrar un buen final para la novela de Iveta, aunque para ello tenga que tomar una decisión que va más allá de la ficción.

sábado, 29 de abril de 2023

La bruja marrón

Lola (dirigiéndose al público). [...] En la calle donde vivía la Bruja Marrón pasaban cosas muy raras: por ejemplo, las bicis no mantenían el equilibrio, los balones que se perdían en su jardín nunca aparecían y las piruletas, fueran del sabor que fueran, siempre sabían a limón.


La verdad es que a los niños y a las niñas del barrio nos daba un poquito de miedo la Bruja Marrón y eso que nunca nos había hecho nada, en realidad ni siquiera la habíamos visto de cerca y no sabíamos cómo era. Lo único que sabíamos es que siempre llevaba un vestido muy largo de color marrón y tenía un sombrero alto como el que usan las brujas de los cuentos. 

También sabíamos que cuando llegaba el verano desaparecía y que regresaba a la casa amarilla al empezar el invierno. Siempre volvía ese día en el que te levantas y notas que la casa se ha quedado fría y oyes a tu madre decir que hay que sacar las mantas del armario y empezar a poner la calefacción. 


Gracias a los amigos de la Federación Aragonesa de Teatro Amateur por reconocer a esta Bruja Marrón con su premio de Microteatro. 


La noticia en Facebook

sábado, 8 de abril de 2023

Llamadas bajo la lluvia

Gracias al jurado del Certamen Literario de Microteatro La Plataforma de Elche por haber premiado "Llamadas bajo la lluvia". 

La obra se representará en la próxima Maratón de Teatro Amateur y estoy deseando ver como cae el chaparrón sobre ese trocito de vida de esas dos mujeres.

Nos vemos en Elche.





domingo, 5 de marzo de 2023

Limonada o salmorejo

Adela:
¡Agustina! ¿Qué dirían de ti nuestros padres?

Agustina: Dirían que estamos locas, que lo de la limonada va a salir mal y de que al final se llevarán el premio las de siempre.

Adela: ¡Hay que cambiar la historia, Agustina! Ya está bien que siempre ganen los mismos.

Agustina: Yo es que ya estoy muy mayor para cambiar la historia, me conformo con que me dejen cambiar la compañía de la luz sin volverme loca.

Adela: Estás muy negativa Agustina, pero me da igual, ahora dejo preparado el elixir y con tu ayuda o sin ella se lo serviré a los del jurado, ya verás…

Agustina: Sí, ya veremos cómo le dan los dos mil euros a las de siempre… Oye ¿qué harán con tanto dinero? ¿Más limonada?


Primer premio en el II Concurso de microteatro Casa de Córdoba en Madrid


viernes, 1 de abril de 2022

Fábula del porvenir

Un hombre dejó en herencia a sus tres hijos tres botellas del mejor vino de su tierra, el primero la bebió en solitario y consiguió recuperar, sorbo a sorbo, su propio pasado. El segundo la tomó en compañía y, al hacerlo, fue consciente de la fragilidad del presente. El tercero la dejó sin abrir porque intuía en su interior el vértigo del futuro.

El primer hijo consiguió ser un sabio, pero no encontró la felicidad, el segundo consiguió ser feliz pero no alcanzó la sabiduría. 

El tercero aún está mirando el porvenir.


 

viernes, 30 de julio de 2021

El vacío

Antes de morir, mamá me dijo que velaría mis sueños y, todas las noches, después de tomar un vaso de leche caliente, yo dormía muy feliz con su enorme retrato sobre mi cama. 

Todo fue bien hasta que conocí a Andrés a la salida de misa de doce. A mamá parecía no gustarle que Andrés se metiera en mi alcoba, y a él no le gustaba que mamá nos mirara cuando estábamos en la cama. Una noche Andrés descolgó el retrato de la pared, sacó a mamá del dormitorio y lo dejó en el pasillo, apoyado contra la puerta de la cocina. 

Mamá ya no nos miraba, pero el hueco que dejó en el papel pintado me hizo sentir un vacío en el estómago que pronto empecé a llenar con pasteles de nata y empanadas de carne. Al año y medio yo había engordado veintiséis kilos y Andrés se había marchado con una beata jovencita a la que conoció un Domingo de Pascua.

Mamá ha vuelto a ocupar su hueco encima de mi cama, pero el vacío que tengo en el estómago no se llena con nada, suerte que mamá siempre había guardado la ilusión de tener una niña gordita.


Publicado en Relats que alimenten
Justicia Alimentària València 

viernes, 14 de mayo de 2021

Pareidolia


El doctor dice que estoy mal de los nervios, que tengo una enfermedad obsesiva con un nombre griego muy raro, y que creo ver por todas partes caras humanas donde solo hay piedras y ventanas, pero a mí no me engañan. 

Yo sé que las dos torres de la casa de doña Emilia me miran fijamente cada atardecer, cuando regreso a casa desde la fraga, y no hay día en que la más alta no se sonría y me dé las buenas noches, pero también me habla la torre más bajita y me dice con amargura que está muy cansada, que no soporta más esta humedad y este aburrimiento.

Estoy deseando que vuelva doña Emilia y contárselo, aunque madre no quiere que me acerque por el pazo y el doctor me ha prohibido pasar delante de las dos torres por si me ocurre lo que al loco aquel de La Mancha y me lanzo contra ellas, cómo si yo no supiera que todo es un cuento y que los molinos no existen.


lunes, 26 de abril de 2021

Julia y el amor

Aquel día los relojes de Madrid corrieron veloces, como si la felicidad les diera cuerda. La tarde pasó como pasa un sueño. Por la noche supe que mi mundo había cambiado, que yo ya no era yo.

Empecé a vivir en medio de una sensación de irrealidad. Cada día iba a buscar a Julia a la facultad de Medicina. Ella bajaba las escaleras agarrada a una carpeta marrón. Yo la esperaba impaciente contando los escalones. Juntos descubrimos grandes cosas, como que los cielos de Madrid eran los mismos que aparecen en los cuadros del Prado y le daban a la ciudad un aire de irrealidad y a nosotros un soplo de ausencia.
Llegué a creerme que aquello era verdad.

Caminamos mucho, comimos bocadillos en las peores tascas de Madrid, visitamos a amigos que querían cambiar el mundo a golpes de periódicos ilegales y octavillas llamando a la insurrección. Yo los miraba como se mira a los niños la mañana de Reyes, y cada noche subía, y cada mañana bajaba, las escaleras de su piso en un eterno retorno mucho antes de saber qué era eso, antes de saber nada de nada.

Julia y el amor (Fragmento)

Finalista del Concurso de Relatos Cortos "Horizonte Republicano", Podem Castelló.

sábado, 13 de febrero de 2021

Las betas. Microteatro


La asociación de creadores y artistas Palin ha publicado 'Tú y yo', antología de microteatro con los textos seleccionados del I Certamen Palin-Julio Navarro.
Entre estas obras está
Las beatas, una pieza sencilla y espero que graciosa que, aunque no lo pretendía, ha acabado tomando sentido en el contexto de esta situación que estamos viviendo y que de puro extraña no da lugar para una ficción creíble.


Ojalá que estas beatas puedan saltar un día del papel a un escenario.



lunes, 7 de diciembre de 2020

Reescribir Madrid

Volvió Galdós a Madrid, vio a mendigos dormir en las calles, encontró mil historias enredadas en las galerías del tren subterráneo, y se estremeció cuando vio huir de la policía a un grupo de africanos.


Volvió Galdós a Madrid, vio desahucios, y sirenas, y manifestaciones, y pintadas en los muros, y banderas de muchos colores. Vio tiendas enormes y restaurantes caros, y viajeros de todas las razas cargados de bolsas, y automóviles imposibles rodando por sus calles.


En una librería del centro vio su fotografía y la leyenda “Galdós es Madrid” y pensó que, de nuevo, tenía todo por escribir












Seleccionado en el XII Concurso de Microrrelatos Año Galdós


Bibliotecas Públicas Municipales de Madrid




El fantasma de la libertad

Benito inventó a Fortunata para poder soñar con ella, le creó un rostro gracioso, cabello moreno y un cuerpo de escándalo. Para hacerla más humana la situó en una corrala y le dio una vida miserable.

Cuando acabó de imaginarla fue a la corrala, preguntó por ella y la encontró, a medio camino de algún episodio, en las escaleras de madera. Llevaba un pañuelo en la cabeza y un mantón sobre los hombros. 

Galdós quedó impresionado por su obra, no supo qué decirle y, en un ataque de torpeza, le pidió matrimonio. Por suerte, Fortunata era una mujer sin ataduras. 


jueves, 19 de noviembre de 2020

Amor profundo


Cogí el Cercanías en Alcalá y la vi, era preciosa, pero lo que me llamó la atención fue que sus ojos no estaban pegados a un móvil, ni a una tablet ni a un ordenador.

Nuestras miradas se cruzaron por primera vez en Torrejón, y en Coslada quedó libre un asiento a su lado. En Vicálvaro, ―con el corazón martilleándome en el pecho― me atreví a hablarle y en Vallecas la invité a salir.

Cuando bajamos en Atocha nadie se había enterado de nada, solo un niño pequeño nos miraba, divertido, cuando nos besamos en el andén.

Seleccionado en el XIV Certamen de Relatos Cortos "El Tren y El Viaje” (Cercanías Renfe Madrid)


viernes, 25 de septiembre de 2020

La caja mágica

La cruz verde nunca se apaga, por las noches cubrimos las lámparas y abrimos el balcón, entonces nuestro salón se convierte en una caja mágica donde las luces verdes e intermitentes del luminoso de la farmacia de guardia transforman la casa. 

Lucía, mi hija, dice que allí nace el arco iris. Mi mujer explica, emocionada, que el salón es ahora el interior de una catedral gótica donde las vidrieras nos inundan de luz del medievo. Y el abuelo, que fue marinero, asegura que ese tono verdoso le recuerda una aurora boreal. 

Yo me hago el duro y les digo que solo es un luminoso… pero desde que estamos confinados, en cada parpadeo verdoso siento una tranquilidad que no puedo explicar.


Primer premio en el VI Concurso de Microrrelatos La farmacia de toda la vida 2020

viernes, 12 de junio de 2020

La carrera

Desde que empezó el confinamiento corro todas las mañanas en la cinta, ese aparato fue lo único que dejó mi exmujer cuando me abandonó y, aunque a mí nunca me gustó correr, empecé a hacerlo en un ejercicio de nostalgia un día en que las noticias eran tan malas que pensé en salir huyendo.


Todo se hubiera quedado en una rabieta si no hubiera descubierto a Lucía en una ventana del bloque de enfrente. Ella también corría en una cinta, mirando al exterior, en una carrera sin destino. Para verla mejor coloqué mi aparato enfrente y empecé a correr en su dirección.

Hace ya cuarenta días que Lucía y yo corremos, mirándonos a los ojos, en una carrera en la que nunca conseguimos alcanzarnos, pero cuando a las ocho de la tarde sale a aplaudir junto a su marido, nos miramos un instante, sonreímos… y no decimos nada.


Relatos de un confinamiento, Ayuntamiento de Utiel



domingo, 19 de abril de 2020

Certamen de relatos Pérez-Taybilí

EL ÚLTIMO COMBATE DE SANTIAGO SÁNCHEZ


Santiago Sánchez llegó a Toledo de madrugada.
Cuando aparcó junto al hotel y bajó de su coche la niebla cubría la carretera y, por prudencia o por superstición, no se atrevió a hacer rodar su maleta. Llamó al timbre y le pareció que, sin duda, aquella chicharra había despertado a todos los huéspedes. Tardó más de cinco minutos en encenderse una luz lejana, después se iluminó el recibidor y, al poco, apareció una mujer de mediana edad vestida con un pantalón azul oscuro y una camisa blanca.
̶ ¿Tiene reserva?
̶ Sí, les llamé esta tarde avisándoles que no podría llegar hasta las dos y media, soy Santiago Sánchez.
Al oír su nombre la mujer bajó la mirada y miró las manos del huésped buscando en ellas algo extraordinario, pero solo pudo ver unos dedos huesudos agarrados a una maleta de color azul.


II
El ruido del timbre sacó a Vero de un sueño demasiado intenso.
Había tardado mucho en dormirse y sintió que ya no iba a lograrlo en toda la noche. Se levantó y salió al balcón, llevaba puesto un salto de cama rojo que hacía juego con la decoración de la habitación y que nunca se había sentido con ánimo de llevar.
En el exterior la niebla lo cubría todo y el mundo entero parecía que había desaparecido. Encendió un cigarrillo, abrió una botella de whisky y pensó en que el paso que estaba dando cambiaría al fin su vida.


III
Cuando entró en la habitación lo primero que hizo Santiago fue encender el televisor. Después abrió su maleta y sacó una botella, buscó en el mueble bar, encontró un vaso de whisky, lo llenó hasta la mitad, tomó un trago largo y se tumbó en la cama.
Pensó en que Gárate, su entrenador, llegaría mañana justo antes del combate, pensó en sus palabras antes de despedirse, ‘no hagas ninguna tontería, ve directo al hotel y no te despistes’.
Gárate estaría orgulloso de él, había llegado a Toledo a las dos de la madrugada y en lugar de distraerse en cualquier club nocturno, había ido directo a este hotel de carretera. Esta noche a descansar y mañana la pelea con el manchego. Pero ahora necesitaba relajarse, tomar una copa y ver la tele mientras llegaba el sueño. 


IV
Verónica lleva dos días y tres botellas en la habitación 313, el primero se atrevió a cruzar la carretera e internarse en un bosquecillo en el que era fácil imaginar que entre la niebla se escondían duendes, hadas y animales fabulosos. En medio del paseo estalló una tormenta y cuando consiguió volver al hotel, empapada, llovía como suele llover en las películas momentos antes de que vaya a ocurrir algo irremediable.


V
La última vez que estuvo en Toledo, Santiago Sánchez tuvo que buscar un dentista, lo recuerda como si fuera ayer, y sonríe. Santiago sabe que cuando le vienen a la cabeza combates de hace más de cuatro o cinco años es que el whisky está haciendo efecto, si además los perdió y los recuerda con nostalgia es que ya está en ese punto óptimo de la bebida en el que la vida comienza a ser amable.
Aquel de Toledo fue su último combate en el peso ligero, poco después subió dos categorías y empezó a combatir en el Wélter. Fue su mejor época, unos años en los que ganó mucho dinero y su vida parecía que iba hacia adelante.
Luego todo se fue torciendo. 


VI
Vero fuma negro y siempre huele a tabaco, su cara es de rasgos suaves y redondeados y sus ojos almendrados como una pintura de Modigliani. Tiene la piel suave y el pelo castaño recogido con cuatro horquillas. Cuando se ríe se le nota una pequeña cicatriz en la comisura de la boca.


VII
Desde hace unas cuantas temporadas Santiago ha descubierto la magia del azar. Prueba suerte con todos los juegos que conoce, visita con frecuencia el casino y participa en apuestas deportivas. Santiago cree que la casualidad gobierna la vida y que la suya está detrás de alguna serie de números. A veces, cuando la suerte le resulta esquiva, Santiago trata de intervenir, pero entonces no se le puede llamar azar sino destino.


VIII
Vero quiere tomar las riendas de su destino. Su vida se ha ido enredando demasiado en los últimos tres años. Pensó que una pequeña aventura con un hombre más joven le daría un nuevo aire a su existencia y que la diferencia de edad y de posición le permitiría manejar la situación como quisiera. Pero las historias no siempre salen como uno las sueña, y la aventura hacía tiempo que se había convertido en una pesadilla, y su amante amenazaba con hacer saltar por los aires su pequeña vida burguesa.
Verónica supo de la existencia de Santiago Sánchez por casualidad, gracias a una noche en que acudió con su marido al Casino y, mientras su esposo lo perdía todo en la ruleta, ella escuchó a un barman hablar de él.


IX
Santiago bebe un whisky escocés de 45 grados y 12 años. La botella tiene una etiqueta con el dibujo de la cabeza de un animal del que no sabría decir su nombre.  La habitación del hotel en la que se aloja Santiago es la 314. El combate en Toledo ha llegado en el momento en que Verónica lo necesitaba.
Destino.


X
Vero no cree en el azar, si acaso en el whisky y en las habitaciones de los hoteles. Por un momento piensa en la cantidad de gente que ha debido pasar por ese mismo cuarto, imagina con envidia o quizás con melancolía sus pequeñas historias, en parejas felices de vacaciones, en encuentros furtivos de amantes, en el paraíso y el infierno separados por un simple número de habitación.
Verónica se ayuda de un trago para imaginar su propia historia, una hora después ya tiene la botella vacía y su vida reconstruida.


XI
Antes de terminar su botella a Santiago Sánchez le asalta una sensación extraña y no sabe cómo llamarla o cómo interpretarla porque nunca antes la había tenido. Santiago siente muy dentro de sí, en un órgano que, de existir, estaría situado entre el bazo y el estómago, la certeza de que su vida no es su vida.


XII
Vero entra en su habitación, se quita el salto de cama y pasa al cuarto de baño, manipula los grifos de la ducha y deja que salga el agua un buen rato mientras se mira, desnuda, en el espejo del baño. Sujeta su cigarrillo con los dedos índice y corazón de la mano izquierda y ve frente a ella a una mujer más mayor de lo que creía, pero también ve a una mujer nueva. Trata de no fijarse en los moratones del hombro, del pecho, de la barriga. Después, la niebla se instala en la habitación y el vapor de la bañera va invadiendo el espacio hasta que su imagen desaparece del espejo.


XIII
Santiago escucha el ruido del agua cayendo en la habitación de al lado. Recuerda que tendría que llevar dormido desde hace dos o tres horas y que mañana tendrá que mentir a Gárate, después mira inconscientemente hacia su botella de whisky vacía, el animal de la etiqueta le mira con ojos burlones, se ríe de su poca fuerza de voluntad  y Santiago estrella la botella contra la pared del fondo. 


XIV
Vero sale de la ducha y se envuelve en una toalla blanca. Ha oído el golpe de la habitación 314 y se da prisa en secarse el pelo y vestirse. Sabe que tiene una cita en cuanto amanezca y ya no queda demasiado.


XV
Santiago se queda dormido y a la hora de la cita tiene puesta aún la misma ropa con la que llegó al hotel, y un sabor amargo en la boca que no sabe si es cosa suya o consecuencia de la botella de whisky. Se lava la cara y se cambia de camisa, se peina y baja a la cafetería.


XVI
Verónica espera sentada bajo varias fotografías en blanco y negro de hombres y mujeres que la miran desde otro tiempo con extrañeza y con cierto aire de reproche, como si realmente supieran quién es y por qué está allí.
Ha empezado a llover y la lluvia le provoca una sensación de irrealidad que le hace pensar en levantarse y marcharse de la cafetería. En ese momento un camarero se le acerca y le pregunta qué desea.
̶ Un café con leche, largo de café, por favor.


XVII
Santiago llega a la cafetería con aspecto de haber dormido en la calle, lleva una americana que le queda demasiado estrecha y los mismos pantalones con los que viajó y con los que se ha acostado. Se fija en Vero y la mujer le hace una señal moviendo la taza de café como si fuera a brindar con ella, Santiago se sienta enfrente de Verónica.


XVIII
Vero se lo imaginaba de otra manera, más joven quizás, con mejor aspecto, más moreno y con más pelo. Santiago ronda los cuarenta, tiene una ceja partida y los ojos hinchados, su pelo es claro y escaso. Todos menos Vero saben que en el mundo del boxeo se le conoce como ‘El Rubio’.


XIX
‘El Rubio’ pide un café solo y algo para comer, el camarero le deja la carta y le sugiere la bollería recién hecha. Hasta que el chico no se va, Santiago no se dirige a Vero.
̶ ¿Encontró bien el hotel?
̶ Sí claro, además he dormido aquí dos días.
̶ ¿Ah sí? Pensé que era usted de Toledo.
̶ Vivo en Madrid, pero no quería llegar tarde a la cita.
̶ Ya ve, al final el que ha llegado tarde he sido yo, lo siento, me quedé dormido a última hora.
̶ ¿Duerme mal?
̶ Los días que tengo combate no pego ojo.
̶ Ah sí, me dijo que era usted…
̶ Boxeador, lo era y lo sigo siendo hasta que pueda retirarme.
̶ ¿Cuándo piensa hacerlo?
̶ Puede que el de hoy sea mi último combate.
̶ Me refiero a mi encargo ¿cuándo estará listo?
̶ ¿Ha traído la foto?
Vero le acerca a Santiago una fotografía en 10 x 15 en la que se ve a un hombre joven y sonriente, lleva una cazadora de cuero y se adivina que está sentado sobre una moto.
̶ Es de hace dos o tres meses, tiene el mismo aspecto, la misma moto y la misma sonrisa.
̶ ¿Cómo quiere que sea el susto?
Vero se sonroja, mira a su alrededor y ve que el camarero se acerca con el café y dos bollos para Santiago, espera a que sirva la mesa y después continúa hablando.
̶ No lo sé, eso es cosa suya, lo único que quiero es que a ese hombre le quede muy claro que no debe volver a acercarse a mí ni a mi casa.
Santiago se da cuenta de que, a pesar de su aspecto frágil, Vero es una mujer capaz de hacer cualquier cosa, le gusta el mohín de sus labios cuando está tensa.
̶ Lo haré hoy mismo, después del combate.
̶ ¿Le dará tiempo?
̶ Me quedaré en este hotel hasta mañana, después de los combates no suelo dormir  así que tendré entretenimiento. Estaré en Madrid en menos de una hora, haré el trabajo y cuando todo termine vendré, recogeré mis cosas y a mi entrenador y volveré a mi casa.
A Verónica le impresiona la facilidad con la que un matón explica cómo va a hacer su trabajo, le sigue costando imaginarse a Santiago dándole un susto a su amante, pero se da cuenta de que su mirada es como la de un niño y de que no la va a engañar. Antes de que se lo pida, Vero le acerca un sobre con el membrete del hotel en el que ha metido cuatro mil euros. Santiago lo recoge, sonríe y lo guarda sin abrirlo. Después le da las gracias, no sabe qué decir y vuelve a hablar de lo único que le interesa.
̶ Si todo va bien esta noche disputaré mi último combate.
̶ ¿Tiene dinero para poder retirarse?
̶ Claro que no, pero espero que me recomiende a sus amigas.


XX
Vero retira la mirada, hace memoria, por si le queda algo que decir a Santiago, después apura su café, deja un billete de veinte y se levanta, mientras lo hace le recuerda al ‘Rubio’ que no se han visto nunca.
Santiago Sánchez se queda solo en la mesa y desayuna con apetito, mientras lo hace una camarera muy joven se acerca a él con el periódico del día en las manos.
̶ Disculpe señor.
Santiago alza la mirada de la taza de café y la posa en los ojos muy abiertos de la camarera.
̶ ¿Sí?
̶ ¿Es usted Santiago Sánchez?
Santiago siente por dentro algo parecido al orgullo, mira de arriba abajo a la chica y para su mirada en sus pechos tras la camisa blanca ajustada.
̶ Sí, yo soy ‘El Rubio’.
̶ ¿Le importaría firmarme esta foto del periódico?
Por un momento Santiago olvida la resaca, olvida el encargo de Verónica y hasta olvida que hoy disputará su último combate.
̶ Claro, ¿cómo te llamas, guapa?
̶ No es para mí, es para mi padre, le admira a usted desde hace muchos años, irá a verle pelear esta noche.


XXI
Y Santiago siente que la niebla ha pasado del paisaje a su cabeza.


Relato ganador del II Premio Pérez-Taybilí (Medina Cultura de Toledo)


domingo, 1 de diciembre de 2019

8 años de relatos


El Aula Social Dr.Pedro Zarco del Hospital Clínico San Carlos de Madrid,  que organiza todos los años el concurso anual de relato breve, acaba de sacar a la luz un volumen titulado
8 años de relatos en el que se recopilan los cuentos premiados y también los finalistas de las ocho primeras ediciones (2011-2018)


Entre esas páginas está
Tratado de salud para un asesino, finalista en 2017, un relato enfermizo donde aparece un personaje inclasificable del que inexplicablemente guardo muy buen recuerdo.


Gracias a los amigos del Aula Pedro Zarco por el esfuerzo y la pasión y por hacer que esos relatos queden recogidos en este libro.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Ingrid


Roberto decidió combatir su soledad inscribiéndose en un club de solteros, por desgracia solo consiguió acudir a reuniones de solitarios y solitarias por vocación que arañaban -estas últimas- a cualquiera que intentara un acercamiento amistoso.


La huida de ese club fue muy fácil, Roberto solo tuvo que dejarse caer para acabar en la siguiente asociación que, bajo el sugestivo nombre de "Líos de parejas", se abría al final de la misma calle y tras una puerta de doble hoja. Le atendió una señorita muy amable que le ayudó a rellenar los impresos de inscripción y que no se sintió violenta cuando, al llegar al apartado de los datos de su pareja, Roberto no tenía nada que decir.


Con más amabilidad todavía, la señorita de recepción le indicó que aquel club era exclusivamente para parejas y que no podía apuntarse nadie sin ella, una vez allí dentro, eso sí, cada cual podía hacer lo que deseara con quien quisiera, acompañado o no por su pareja, siempre que el otro aceptara.


A Roberto le apetecía mucho descubrir los laberintos de pasiones que se adivinaban tras la puerta doble de aquel club así que no dudó en inventarse una pareja que, lamentablemente, no le podría acompañar en sus visitas.
Tomando como referencia a la señorita que le atendía, se inventó una mujer de largos cabellos rubios recogidos en la nuca, de ojos azules y chispeantes y pómulos sonrosados. Roberto hizo levantar a aquella mujer de su silla para seguir describiendo a la suya, sus casi ciento ochenta centímetros de altura, sus piernas infinitas cubiertas por medias negras y sus pechos grandes y firmes como frutos verdes de algún país desconocido.


Cuando tuvo que rellenar el espacio dedicado a sus gustos y aficiones, la chica le indicó que le gustaba dormir con la luz encendida y, en verano, con la ventana abierta, que le encantaba el chocolate negro y las sábanas blancas, los viajes a ninguna parte y desnudarse bajo la luna llena. Una vez que acabó de describirla, Roberto se sintió como si la conociera de toda la vida y un poco miserable por encontrase en aquel club dispuesto a liar su relación en una madeja de la que seguro no saldría indemne. No le gustó nada pensar que su mujer, a la que había puesto un nombre nórdico, acabara relacionándose con hombres solitarios apuntados a aquel club para conocer a chicas como ella.


Cuando volvieron a casa Roberto le sugirió a Ingrid que, quizás, debería cambiar de trabajo.


Publicado en Relatos para Sallent (XIII Concurso de relatos cortos para leer en tres minutos Luis del Val)

sábado, 29 de junio de 2019

El amor por la ventana

Ya hubo premios y premiados durante la fiesta de Madrid Sky del caluroso jueves 27.


Los copio a continuación:El segundo finalista, y tercer premio, es el cuento Escena sobre la persistencia de las luces, de Jesús Tíscar Jandra.


El primer finalista, y segundo premio, es el cuento Cerrado por gestión, de Domingo Jiménez Lacaci.



El ganador del concurso es el relato El amor por la ventana, de Miguelángel Flores


Justo y emocionado vencedor Miguelángel Flores con un cuento lleno de fuerza y de verdad. Ojalá en mi vida todos mis votos tuvieran tan buen resultado.Estupendo también el segundo premio para Domingo Jiménez Lacaci con un relato salido del azar de tres palabras que no tenían nada en común. Genial.Enhorabuena también para Jesús Tiscar, que cierra la terna, y al resto de finalistas.


Lo dicho, un placer y hasta la próxima.


martes, 18 de junio de 2019

Madrid Sky

No podía imaginar cómo había llegado hasta allí

Los amigos de la asociación Primaduroverales, grupo de escritores, han confiado en mí para ser miembro del jurado del VII Certamen Madrid Sky de relato corto.270 relatos han participado en esta edición y los votos del jurado han dado como finalistas los siguientes trabajos: Al borde, de Juan Pablo Goñi Capurro.Amanda, De vez en cuando, de Rodrigo Martín Antoranz. Cerrado por gestión, de Domingo Jiménez Lacaci. Con un solo hielo, de Alberto Ramos Díaz. El amor por la ventana, de Miguelángel Flores. Escena sobre la persistencia de las luces, de Jesús Tíscar Jandra. Geometria en masa, de José Manuel Dorrego Sáenz. Juventud, de Mayte Blasco.


El día 27 de junio, a las 19,00 en Madrid (Salón de Actos de la Fundación Abogados de Atocha, en la calle Sebastián Herrera 14) tendrá lugar el acto en el que se leerán los relatos y se entregarán los premios a los tres ganadores. Las entregas de premios del Madrid Sky siempre son una fiesta en la que todos los finalistas son los protagonistas de una tarde divertida con la literatura como excusa.


Es una obviedad repetida mil veces eso de que todos los relatos son maravillosos y que ha sido muy difícil elegir a los ganadores. Lo que puedo decir, desde dentro del jurado, es que ha sido estupendo poder acercarme a todos esos relatos, leerlos, valorarlos, defender a los que he creído que más lo merecían y ayudar a formar esta selección que, os aseguro, es excelente.
El jueves 27 nos vemos en Madrid.






viernes, 10 de mayo de 2019

Antología Premio Pérez-Taybilí de relato


El 4 de mayo, coincidiendo con la entrega de premios del III Certamen de relatos Pérez-Taybilí, organizado por Medina Cultura, se presentó en Toledo la Antología con los ganadores de las tres primeras ediciones entre las que se encuentra este Último combate de Santiago Sánchez que, por suerte, sigue teniendo pendiente esa última pelea ahora también entre las páginas de papel de una edición fabulosa a cargo de la editorial Huerga y Fierro.

Es estupendo que el grupo de personas que está detrás de una empresa como Medina Mudéjar invierta tiempo y dinero, pasión y esfuerzo en el (nada rentable) mundo de la literatura. Muchas gracias.




jueves, 9 de mayo de 2019

Entrega de premios en Toledo

Ceremonia de entrega de premios III Certamen Pérez Taybilí 


Vídeo resumen de la ceremonia de entrega de premios del III Certamen Pérez-Taybilí de relato literario, organizado por Medina Cultura, proyecto cultural de Medina Mudéjar, y celebrado en la Sala del Patio del Ayuntamiento de Toledo el 28 de abril de 2019.





 

jueves, 21 de marzo de 2019

El viaje de Ramón del Castillo

El 15 de noviembre Ramón del Castillo, conocido como El Sucio,  tenía una pelea en Los Mochis, en el estado de Sinaloa.
Esa noche, la mujer de Ramón, la india Jimena, había soñado, como si fuera Calpurnia, la última esposa de Julio César, que alguien iba a acabar con la vida del boxeador antes de que acabara el día.
Ramón El Sucio, no podía permitirse no pelear una noche por un mal sueño de su mujer, aunque fuera descendiente directa de los chamanes de Copán. A la una menos cuarto salió de casa, un cuarto de hora después tomó el autobús en la Plaza de Abastos y se dispuso a viajar durante seis horas. 
La india se había quedado en casa en completo silencio, mirándole meter sus guantes negros, su calzón rojo y su camiseta brillante en la bolsa de deporte. La india Jimena sabía hacer cosas que Ramón no había visto hacer a nadie, como dormir sin cerrar los ojos, hablar sin mover la boca o llorar vertiendo las lágrimas hacia su interior. En el momento en el que Ramón del Castillo salió de casa estaba haciendo alguna de estas tres cosas, pero no supo cuál.
Cuando el autobús hizo la segunda parada, subió una chamaca linda, de no más de veinte años, que se sentó junto a Ramón a quien se le encendió algo por dentro, una especie de chispa cálida que ya solo sentía después de un combate especialmente duro, o cuando el empresario de turno le daba su bolsa. Con las mujeres hacía tiempo que sentía muy poco, y la india Jimena siempre había sido tan parca en la cama como en el resto de su vida.
Aquella chamaca del autobús olía a flores maceradas en alcohol, de su cuerpo le llegaba un olorcillo dulzón con un final ácido que excitaba a Ramón por más que tratara de distraerse mirando hacia el paisaje que corría tras la ventanilla. Después de un bache espléndido en el que todo el pasaje dio un respingo, Ramón se dirigió sonriente a la muchacha, la miró por primera vez a la cara y, aunque se la había imaginado más hermosa, quedó entusiasmado con sus labios carnosos que le sonrieron sin excusas.
̶ Estos trastos acaban con uno antes de llegar a su destino.
La chica miró a Ramón como si lo conociera, le sonrió con sus labios de carne y le contó que ella tomaba todos los días esa línea y sabía exactamente dónde estaban situados cada uno de los baches, las curvas más peligrosas y los cambios de rasante en los que podían cruzarse con algún auto despistado.
Ramón estaba encantado de la locuacidad de la muchacha, según hablaba podía mirarla sin disimulo, recorrer con la mirada sus cabellos largos y rizados, tan morenos como los de su esposa pero mucho más suaves, fijarse en sus pechos generosos, en sus brazos firmes y en sus orejitas pequeñas perforadas con varios aretes plateados.
Después de que la chica le señalara con precisión matemática dos baches y un cambio de rasante en el que se cruzarían con un auto amarillo, Ramón le extendió su mano derecha para presentarse.
‒ Me llamó Ramón del Castillo, soy boxeador.
A la chica le brillaron los ojos, el olor dulzón de su cuerpo se hizo más intenso y Ramón supo que tenía que seguir atacando.
‒No sé si ha oído hablar de mí, me llaman El Sucio, hoy tengo una pelea en Los Mochis.
A la chamaca le despertó el apelativo de Ramón.
‒ ¿Le llaman El Sucio?
‒ Me quedé con ese nombre por culpa de una pelea de hace muchos años en la que dicen que gané de forma ilegal y, aunque expliqué mil veces qué pasó, me quedé con el mote, solo siento que al pendejo al que tumbé le pusieron El Ángel. Nunca he podido demostrar que me la jugó para perder y hacerse con ese nombre. Yo me llevé la bolsa y él la gloria.
‒ ¿Hubiera preferido perder y llevarse la gloria?
‒Por supuesto señorita, ¿por quién me toma?
Es ahora la chica, que solo acierta a decir que se llama Rosa y que es estudiante de administración de empresas en Los Mochis, la que apenas escucha a Ramón, la que solo logra fijarse con detenimiento, casi con mimo, en ese hombre menudo, de pelo ensortijado y nariz deformada.
‒ ¿Su nariz está rota?
‒Lo estuvo alguna vez   ̶ Ramón ríe con ganas― ahora solo es un trozo de carne pegado a mi cara.
Rosa también ríe y alguien, una voz femenina situada unos asientos por detrás, pide silencio. Ramón aprovecha para acercar su cara a la de Rosa y hablar muy cerca de esos labios de los que no puede apartar la imaginación.
‒Hay partes de mi cuerpo que han recibido tantos golpes que han pasado de la categoría de carne a la de pedazo de corcho.
Rosa siente muy cerca el olor a sudor de Ramón mezclado con el de la espuma de afeitar, un aroma que le recuerda lejanamente el de su cuarto de baño, cuando su padre aún estaba en casa, antes de fugarse a Puebla con aquella chamaca de ojos verdes.
‒ ¿Y no le duele?
Ramón no entiende bien la pregunta.
‒ ¿Qué no duele? ¿La nariz? ¿Los músculos? ¿Los huesos?
‒No sé, todo… ¿No le duele cuándo le pegan en las peleas?
‒En las peleas no hay dolor, chamaquita, el dolor llega todo junto cuando termina el combate y vuelves a casa o a la fonda. En las peleas solo hay tensión, no puedes despistarte, no puedes pensar en nada, si cierras un momento los ojos cuando los abres ya estás en la lona.
Rosa se imagina ahora a Ramón tumbado en la lona, con los ojos cerrados y la nariz rota, sangrando.
‒ Es usted un valiente, a mí me daría mucho miedo.
‒A mí también me da miedo, Rosita.
La forma en cómo ha dicho su nombre, hace que Rosita se sonroje, para disimular inclina su cuerpo y recoge del suelo del autobús un bolso dorado que tiene junto a sus pies, lo abre y busca algo a lo que sujetarse, no tarda en encontrar un caramelo de menta envuelto en papel verde muy brillante que ofrece a Ramón, que niega con la cabeza mientras sonríe. Rosita desenvuelve el caramelo con cuidado y Ramón retira la mirada, como si estuviera mirando más de lo que se le permite cuando el caramelo roza los labios carnosos de la chica.
En el momento en que Ramón intuye que el caramelo ya está en la boca de la chamaca vuelve la cara hacia ella, al hacerlo siente el olor a menta muy intenso e intuye que está demasiado cerca. Rosita también piensa en algo que no debería pensar y, para no hacerlo, sigue hablando con el boxeador.
‒ ¿Cuándo va a ser la pelea de Los Mochis?
‒ ¿La pelea? Hoy mismo, mija, es el primer combate de la velada, así que voy directo a la Ciudad Deportiva, del autobús al cuadrilátero, sin pensar.
‒ ¿No le dará tiempo a almorzar y descansar?
‒Ya estoy descansando. En cuanto llegue a Los Mochis comeré algo con muchas proteínas en cualquier parte, y después directo al combate.
Rosita imagina a Ramón buscando un sitio barato para comer, y subiendo a un autobús lleno de gente con su bolsa de deporte, y llegando al pabellón muy tarde, vestido ya de boxeador, mientras la gente le espera y le silba.
‒Si no le importa puedo invitarle a comer cuando lleguemos, conozco un restaurant pequeñito cerca de donde para el autobús, tiene comida italiana, ¿le gusta la comida italiana?
Ramón escucha muy atento y se enternece al oír como la chica pronuncia restaurant, el olor a menta lo ha llenado todo y los labios de Rosita parecen menos carnales.
‒Claro que me gusta, la pasta es muy importante en la alimentación de un deportista.
‒Pues allí donde le digo la preparan de mil formas, y todas están deliciosas, ya verá.
‒La acompañaré con mucho gusto señorita, pero seré yo el que invite.
Rosa no sabe qué decir, se da cuenta de que el boxeador la mira como miran los ojos de los hombres mayores, que su pelo es escaso y su gesto el de un guerrero cansado. Rosita sabe, como si alguien se lo estuviera diciendo al oído, que Ramón del Castillo va a perder esa noche algo más que la pelea y que solo ella puede evitarlo.
‒Está bien, cada uno podemos pagar lo nuestro, lo importante es que cargue bien sus energías para ganar la pelea.
El autobús abandona la Carretera Federal 15 para hacer una nueva parada, muchos de los pasajeros comienzan a levantarse y a uno de ellos se le cae al suelo una caja de cartón agujereada que se abre y de la que escapa un animalito de color verde, una iguana de unos treinta centímetros que provoca una especie de pánico contenido entre el pasaje y la bronca del conductor que detiene el vehículo pidiendo calma. El animal acaba apareciendo entre las piernas de Rosita que lo alza del suelo con serenidad y se lo entrega en las manos a su dueño, un hombre con aspecto indígena que la mira como si quisiera decirle algo, pero al que el conductor obliga a bajar del autobús allí mismo.
Rosa se queda largo rato mirando por la ventanilla del autobús al hombre de la iguana, como si tratara de averiguar qué es lo que ha estado a punto de decirle.
Cuando llegan a Los Mochis el sol le da a la ciudad un tono anaranjado de película vieja, el autobús serpentea por las calles y los automóviles se pegan a sus costados como las moscas a un buey. 
Ramón saca del bolsillo del pantalón un papel arrugado donde está escrita la dirección del pabellón y el nombre de la persona encargada de recogerle junto al número de un celular, mientras tanto Rosita busca algo en su bolso.
Unos minutos más tarde el autobús para y los dos se ponen de pie, Ramón ve frente a él a una chica de espaldas anchas y piernas largas enfundadas en unos tejanos azules muy ajustados. Rosa ve a un hombre pequeño y robusto, demasiado mayor para el papel que está interpretando, que sonríe y mira nervioso a los lados. Los dos bajan cómo si fueran una pareja de turistas y caminan juntos hasta el restaurante italiano que está a dos calles de la parada.
Apenas hay clientes, tan solo tres obreros de la construcción con sus monos de trabajo charlan en la barra, miran sin disimulo a Rosa y comentan algo que Ramón no puede oír pero que intuye. El comedor es grande, los manteles son de cuadritos rojos y blancos y, sobre ellos, hay lamparitas apagadas esperando la hora de la cena. Una camarera muy joven, vestida con una camisa blanca y el pelo recogido en una coleta les acerca una carta. Ramón se siente extraño y desprotegido desde que salió del autobús, echa de menos el calorcito, y el espacio reducido del vehículo, y hablar con Rosa sin necesidad de mirarla a la cara, como ahora, que la tiene delante y no sabe qué decirle. 
Es ella la que habla primero.
‒Yo siempre pido raviolis, los hacen muy bien, con gorgonzola, espinacas y salsa de pesto.
Ramón no sabe qué son exactamente los raviolis, ni conoce muy bien el resto de ingredientes. Pero tiene hambre y dice que le parece bien. Rosita le explica que también puede pedir pizza o cualquier otra cosa y Ramón, apurado, dice que así está bien.
Mientras esperan la comida, Rosa le pide a la camarera que les lleve unas cervezas, Ramón no dice nada y en cuanto llegan las jarras se agarra a su asa como un náufrago.
Hasta el tercer trago no comienza a hablar. 
‒No puedo pasarme con la cerveza, tengo que ver con claridad la cara de mi contrincante para poderle golpear.
‒ ¿Quién es?
‒ ¿Mi rival? Un chico nuevo, un chamaco de Los Mochis que se llama ‒Ramón saca de nuevo el papel arrugado y lo lee entornando los ojos‒ Lucio Puñal, creo que su padre también fue boxeador, me suena mucho, seguro que hemos peleado en alguna parte.
‒ ¿Con el padre? ¿Y ahora va a pelear con el hijo?
‒Ese chico está bien relacionado, necesitaba a un rival con experiencia, dicen que es muy bueno y que está harto de pegar a los de su edad, que necesita machacar a un veterano para que se empiece a hablar de él.
‒ Y ese veterano es usted.
‒ Buena bolsa, buen ambiente… si ese niñato quiere un buen sparring no hay problema, yo hace tiempo que perdí los escrúpulos.
La camarera lleva hasta la mesa los platos con los raviolis humeantes, el olor a albahaca invade la mesa. Ramón come con apetito y Rosa pide dos cervezas más. Cuando la camarera las deja en la mesa Rosita se fija en que tiene una iguana tatuada en el antebrazo derecho.
‒ La cerveza de este restaurant es excelente, es una de esas cervezas artesanas que no hacen daño.
‒ No sé si no hará daño, chamaca, pero te aseguro que calienta cuerpo y espíritu.
Antes de que traigan el segundo plato ya han llegado otras dos jarras y, cuando terminan de comer, Ramón siente una especie de felicidad interior que hacía tanto que no sentía que duda de si es él quien está sentado en aquel restaurante o si todo aquello solo es la imagen de algún recuerdo olvidado.
Antes de marcharse aún les da tiempo a brindar con una botella de tequila que la camarera ha dejado en la mesa junto a dos vasitos. 
Cuando salen por la puerta del restaurante, Ramón ha perdido su combate particular con Rosita y ésta lo lleva del brazo hasta un taxi, y el taxi los conduce hasta un hotel pequeñito donde Rosa pide una habitación a su nombre y paga por adelantado.
El 15 de noviembre Ramón del Castillo tenía que haber peleado en Los Mochis, en el estado de Sinaloa. Esa noche, la mujer de Ramón, la india Jimena, había soñado, que alguien iba a acabar con su vida antes de que terminara el día. 
Por suerte para Ramón, los recursos de una descendiente directa de los chamanes de Copán son infinitos.

Finalista en el XVIII Concurso de relatos breves Cuentos sobre ruedas-Alsa


viernes, 25 de enero de 2019

Memorias de Samuel


Memorias de Samuel (Fragmento)

Desde hace dos meses Samuel no ha vuelto por el vertedero.
Todas las mañanas, antes de que el primer rayo de sol aparezca por el este e ilumine la montaña de basura dándole un tono rojizo, el grupito que acompañaba a Samuel sigue llegando al vertedero, corriendo hacia el último montón formado por la basura que esa misma noche han arrojado los camiones y comenzando a rebuscar con sus palos.Los primeros días todos preguntaban por Samuel, sobre todo Lina, una muchachita de catorce años recién cumplidos, con su carita blanca de muñequita, como las señoritas del centro de La Paz o de Santa Cruz. Lina piensa a todas horas en Samuel, cuando recoge frascos de perfume a los que les quita las inmundicias pegadas, o pequeñas baterías, o juguetitos japoneses o, si hay mucha suerte, un reloj con la esfera resquebrajada.


Publicado en IX Concurso de relatos y viajes solidarios. Lo vives lo cuentas. Fundación Juan Bonal.