Todos los años, cuando concluye la
época de lluvias y comienza el verano, mi amigo Samuel y yo bajamos hasta el
cementerio, buscamos una tumba lo suficientemente apartada, cavamos,
desenterramos y nos hacemos con un cadáver.
Samuel siempre se fija en la
inscripción de la lápida y fantasea con la vida de ese hombre. Y digo bien,
hombre, porque los dos somos muy respetuosos y, desde que empezamos con este
vicio, juramos que nunca profanaríamos la tumba de una mujer.
Hasta esta vez.
Hasta este año, en que nos dio por
romper todas las reglas.
En cuanto sentimos en nuestra piel y en
nuestro ánimo los primeros calores del verano, Samuel y yo bajamos al
cementerio. Estuvimos cavando toda la noche en una tumba mohosa, un sepulcro de
los años veinte en el que la inscripción estaba casi borrada por el tiempo.
Tardamos más de lo normal en llegar
hasta la caja. Antes de alcanzarla, Samuel encontró una cadenita de oro, fue
entonces cuando empezó a llover y, muy dentro de mí, supe que algo malo iba a
pasar. Después de la cadena yo mismo encontré unos pendientes, los dos
callamos, estábamos a punto de romper una regla que no sabíamos a dónde nos
llevaría.
El ataúd estaba podrido por la humedad
y la tapa se nos deshizo entre los dedos, Samuel alumbró el interior con la
linterna, allí estaba, recostado en su lecho, el cuerpo momificado de una mujer
envuelto en un vestido de color rojo.
No quise seguir, se lo juro, pero no sé
qué nos pasó, no sé por qué nos miramos y, sin pronunciar una sola palabra, la
sacamos de allí.
Ahora Samuel y yo ya no somos amigos.
Él tiene a Lucrecia los lunes,
miércoles y viernes, el resto de la semana está conmigo y los domingos partimos
el día en dos mitades. Pero ya ni siquiera nos hablamos, sospechamos el uno del
otro y los celos han acabado con nuestra amistad.
Sabemos que esto nunca hubiera ocurrido
si hubiéramos cumplido nuestro juramento de desenterrar solo cadáveres
masculinos. Si el verano no nos hubiera cegado el entendimiento y regalado este
amor profundo.
Finalista en el concurso Amores de verano de www.zendalibros.com