viernes, 30 de julio de 2021

El vacío

Antes de morir, mamá me dijo que velaría mis sueños y, todas las noches, después de tomar un vaso de leche caliente, yo dormía muy feliz con su enorme retrato sobre mi cama. 

Todo fue bien hasta que conocí a Andrés a la salida de misa de doce. A mamá parecía no gustarle que Andrés se metiera en mi alcoba, y a él no le gustaba que mamá nos mirara cuando estábamos en la cama. Una noche Andrés descolgó el retrato de la pared, sacó a mamá del dormitorio y lo dejó en el pasillo, apoyado contra la puerta de la cocina. 

Mamá ya no nos miraba, pero el hueco que dejó en el papel pintado me hizo sentir un vacío en el estómago que pronto empecé a llenar con pasteles de nata y empanadas de carne. Al año y medio yo había engordado veintiséis kilos y Andrés se había marchado con una beata jovencita a la que conoció un Domingo de Pascua.

Mamá ha vuelto a ocupar su hueco encima de mi cama, pero el vacío que tengo en el estómago no se llena con nada, suerte que mamá siempre había guardado la ilusión de tener una niña gordita.


Publicado en Relats que alimenten
Justicia Alimentària València