N
|
unca me gustaron las
ciudades fáciles o aburridas, nunca entendí qué tenían de malo las palabras alboroto,
bullicio o barullo.
Conocí
a esta ciudad como se conocen a las mujeres que no nos convienen, con las que sueñas
a escondidas, a las que no sabes cómo presentar a tus padres. Llegué a ella un
poco por deseo y un poco por casualidad. La conocí en sus mejores días, los
días de Feria, cuando está más guapa, cuando la alegría sale por cada costado,
cuando es más libre y más canalla.
−¿Estás
sola?
−¿Tú
crees que yo puedo estar sola?
Tenía
razón, nunca estaba sola, la gente se juntaba en sus plazas, bullía en sus
calles, se retorcía como un dragón de papel de seda. A nuestro alrededor la
música atronaba en mil colores y el olor de la Feria (inefable e inconfundible)
lo inundaba todo.
La
quise invitar a unos vinos, pero no me dejó pagar. La quise sacar a bailar,
pero no había manera de que se quedara sola. Al final de la noche, aproveché el
fresquito de septiembre para arrimarme, y la quise besar en cada esquina, en
cada parque, en cada portal.
Siempre
me gustaron las ciudades donde todo es posible, pasear por calles repletas de
azares, por días forjados de ilusiones y noches desordenadas, avanzar palmo a
palmo por su plano irregular, por ese lugar donde todo es posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario