viernes, 18 de marzo de 2016

El azar y la necesidad

TRADICIONES FAMILIARES


Ilustrado por Elena Gómez
Desde hace tres generaciones en mi familia tenemos la tradición de regalar una vez al año, cuando termina el verano, dos pistolas. Una se la enviamos a un familiar, amigo o conocido al que, después de discutirlo en un almuerzo, creemos que la necesita. La otra se la mandamos por correo a alguien a quien no conocemos, al azar resultante de un juego de mesa al que nos entregamos con deleite al finalizarla la comida y cuando ya se están sirviendo los licores.
Los efectos de esta tradición en la vida (y en la muerte) de sus protagonistas han sido, después de tantos años y de tantas pistolas regaladas, de todo tipo. Hubo sujetos a los que el revólver les salvó la vida y otros que la perdieron, hubo quien salió del fango y quien cayó en él.
Pero en nuestra última comida familiar alguien el primo Víctor quiso dar una vuelta de tuerca más y propuso en el momento justo, es decir, en el instante en el que todos habíamos alcanzado un grado óptimo de ebriedad, que en vez de una pistola colocáramos directamente un muerto en la vida de cualquier desgraciado.  Sin duda es hora de renovar las tradiciones.



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