La bruja marrón
Lola (dirigiéndose al público). [...] En la calle donde vivía la Bruja Marrón pasaban cosas muy raras: por ejemplo, las bicis no mantenían el equilibrio, los balones que se perdían en su jardín nunca aparecían y las piruletas, fueran del sabor que fueran, siempre sabían a limón.
La verdad es que a los niños y a las niñas del barrio nos daba un poquito de miedo la Bruja Marrón y eso que nunca nos había hecho nada, en realidad ni siquiera la habíamos visto de cerca y no sabíamos cómo era. Lo único que sabíamos es que siempre llevaba un vestido muy largo de color marrón y tenía un sombrero alto como el que usan las brujas de los cuentos.
También sabíamos que cuando llegaba el verano desaparecía y que regresaba a la casa amarilla al empezar el invierno. Siempre volvía ese día en el que te levantas y notas que la casa se ha quedado fría y oyes a tu madre decir que hay que sacar las mantas del armario y empezar a poner la calefacción.
Gracias a los amigos de la Federación Aragonesa de Teatro Amateur por reconocer a esta Bruja Marrón con su premio de Microteatro.
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